NUNCA HABÍAMOS COSAS SEMEJANTES”
A lo largo de los años el estudio bíblico de los milagros de Jesús, ha dado pie a las más diversas interpretaciones, y ha “financiado” muchas posturas espirituales.
Una lectura literal e ingenua de los hechos milagrosos del maestro de Galilea, abrió paso a una visión mágica y milagrera de Jesús, que poco aporto a una autentica vivencia de la fe y que además introdujo consigo elementos religiosos de otras culturas como la africana y la indígena, en nuestro caso.
Luego en una época donde la razón se abrió paso como ama y señora, el saber teológico y bíblico también recibió su influencia, y de una visión ingenua se pasó a querer explicarlo todo a la luz de la razón. Apoyados por los nuevos saberes especialmente la Psicología y la Siquiatría, se explicaron las enfermedades, las posesiones diabólicas y demás patologías que da cuenta las narraciones evangélicas.
Los milagros de Jesús son manifestaciones de su poder, son la mano tendida de Dios que se compadece del sufrimiento humano, y que quiere nuestra salvación integral.
Los milagros son la respuesta de Dios a quien confía y espera en contra de toda esperanza. La fe es la capacidad que tenemos de derribar todos aquellos obstáculos que impiden acercarnos a Jesús.
El milagro es un acto de fe, para quien confía y sabe que nuestro Padre no nos dará una serpiente, cuando le hemos rogado por un pedazo de pan.
Milagro que supone la fe, y la fe que nos eleva por encima de nuestras limitaciones, porque sabemos en quien hemos puesto nuestra esperanza.
La fe que es capaz de derribar los muros de la cárcel donde estamos presos del pesimismo y condenados por nuestros odios.
La fe que nos levanta de tantas postraciones, y nos impulsa a “cargar nuestras camillas” de limitaciones humanas, y lagunas afectivas que nos impiden amar de verdad.
La fe que atraviesa las selvas y está por encima de las cadenas al cuello de nuestros soldados, policías y civiles secuestrados; pero que a nosotros también nos hace libres de nuestras ataduras.
La fe que mueve a tantos hermanos y hermanas a llevar sobre sus hombros las debilidades de los más pequeños y a sostener a quienes no pueden defenderse y están condenados por la sociedad.
La fe que supone el milagro; porque donde se reconoce la presencia de Jesús, hasta los paralíticos tiene la posibilidad de poder andar, los ciegos poder para ver, y los pecadores sentir la gracia de la liberación.
Séptimo domingo del tiempo ordinario
Arauca, 19 de febrero de 2012.