Nada mas molesto que tener que enfrentar la irresponsabilidad de quienes están a nuestro lado.
Sus actos irresponsables traen igualmente sus consecuencias: retraso en el trabajo de equipo, incumplimiento a los clientes, y sobre todos el no cumplimiento de los objetivos trazados. Los frutos no se visualizan.
Dios que se metió en la historia de los hombres, escogió un pueblo para darse a conocer, lo cuido como a la "niña de sus ojos", y le juro su amor eternamente.
Con cuanto amor lo condujo a través del desierto, lo alimento, y le dio una tierra que manaba leche y miel.
La viña fue plantada y arrendada a unos viñadores.
Pero llego la infidelidad, y el pueblo escogido se condujo hacia otros dioses, y no dio los frutos esperados. Los arrendatarios se apoderaron de la viña y el pueblo quedo a merced de los salteadores.
Surge entonces el nuevo pueblo, la nueva viña, nacida no por pertenecer a una raza, sino por la fe en Jesús, el pueblo de la alianza nueva y eterna: LA IGLESIA.
En el nuevo pueblo cada uno tiene unas responsabilidades que son inherentes a su bautismo. Ya no hay arrendatarios, hay responsabilidades.
Quien en ella ejerce el servicio de la presidencia debe hacerlo desde la humildad, sin presumir, sin hacer alarde de dueño. la autoridad nunca sera entendida como estar por encima del otro.
Otros, desde el apostolado, la oración callada y escondida, la vida en común, testimonian con su manera de vivir la realización del reino, no la utopía del mas allá.
Los otros, nunca los de abajo, los laicos, los discípulos, viven sus compromisos bautismales allí donde Dios los ha "sembrado", donde su vocación laical los hace sal y levadura de la masa.
La responsabilidad, no es entonces de una casta intocable, o de una raza escogida. De todos depende la clase de frutos persibidos por el propietario, de cada uno es responsabilidad la calidad del vino que surja de esta nueva viña del Señor.
Si lo producido es bueno, sera entonces el esfuerzo de todos. Aquí nadie podrá evadir responsabilidades.