viernes, 24 de junio de 2011

LA ECUCARISTIA. Cuerpo y sangre de Cristo.


Altar de Jueves Santo, en la Brigada 12 de Florencia, Caquetá.


Cuando la Eucaristía se convirtió en una obligación mas de nuestra rutinaria vida de fe, cuando en algunas oportunidades sobre todo del pasado, se instrumentalizó con fines politiqueros y los púlpitos fueron lugares de debates partidistas; cuando el sacerdote no prepara su homilía, los lectores no leen bien, no hay cantos apropiados, decimos con justa razón: que misa tan aburridora.

Los primeros cristianos le copiaron bien a Jesús lo que dijo en la última comida con sus discípulos. Aquella tarde Jesús adelanto su entrega de la cruz, su cuerpo y su sangre se entrego a los suyos para ser comida y bebida , no en un simple simbolismo , sino en una realidad tacita y verdadera.
San Pablo el primero en dar fe de esta realidad eucarística nos dice que el recibió una tradición que procede de los apóstoles ...y poco a poco la Eucaristia fue tomando cuerpo.
Se introdujo cantos,oraciones bellamente construidas y los lugares donde se celebraba comenzo una transformación arquitectónica  donde la gloria de Dios era el único objetivo, convirtiéndose en el culto mas importante que los cristianos ofrecemos a Dios.

Desde aquella tarde, Martes o Jueves, tenemos la certeza que Jesús se ha quedado sacramentalmente con nosotros en el pan y el vino ofrecido y transformado por la acción del espíritu santo, en su cuerpo y en su sangre.

Es por esto que la Eucaristía fortalece y hace posible nuestra vida de comunión eclesial.
Ella es el nuevo mana entregado para animar nuestra dura travesía por el desierto de la vida, ella es alimento para quien se prepara ha encontarse  con el abrazo paternal de Dios.
Ella hace posible y viable la vida comunitaria de quienes seguimos a Jesús.
La Eucaristía no puede ser un artículo de ley en nuestras obligaciones religiosas, no puede convertirse en un acto particular de devoción. La Eucaristía es el gran  encuentro con Jesús Palabra y alimento sacramento, en la comunidad parroquial.
No participar de la Eucaristía es privarnos de crecer y ser alimentados en el seno de nuestra madre la Iglesia, que nos da a Jesús en su cuerpo y en su sangre.





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