miércoles, 2 de noviembre de 2011

ELSENTIDO DE LA MUERTE



Frente a otras culturas existentes, la nuestra aparece como una cultura que sobre valora el culto a los muertos.
Un vaho de misterio y hasta terror cobija todo aquello que tiene que ver con los difuntos: velación, entierros, novenarios, apariciones, y un gran número de manifestaciones culturales y religiosas, muchas de ellas alimentadas por una falsa y deficiente fe.
Que gran misterio es la muerte, es un hecho innegable, pero que visión tan distinta tiene que ser la de nosotros los cristianos.
Como seres vivos participamos del  proceso normal que acompaña nuestra condición: nacemos crecemos, nos reproducimos y morimos.
Pero no estamos destinados para una tumba, no somos seres para la nada como diría en su momento un filósofo existencialista. Nuestro fin no es la destrucción.
En Cristo, la muerte adquiere para nosotros una dimensión totalmente distinta. Nuestra mirada ya no es como la de “aquellos que no tienen esperanza” (1. Tesalonicenses 13) la muerte ya no tiene la última palabra en nuestra existencia, pues Cristo al vencerla en el madero de la cruz, nos alcanzó la vida verdadera.
Desde entonces ya no vivimos para la muerte, vivimos para Cristo que murió y resucito, y en El vivimos y resucitamos quienes creemos en su Palabra.
Donde Cristo no aparece, donde su presencia no se impone, donde falta su compañía, la muerte se convierte en ama y señora, “si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto” (Jn.11, 21) le dice la hermana de lázaro a Jesús.
Nos da miedo  una muerte corporal, pero no tenemos miedo a la muerte de la vida del espíritu, a causa del pecado.
Compramos seguros que nos hacen más confiados,  pero  matamos en los hermanos sus posibilidades de salir adelante, de abrirse paso en la vida. Matamos sus esperanzas.
Matamos en los jóvenes sus potencialidades con la droga y tampoco sentimos escrúpulo alguno.
Damos nuestro voto para legalizar la muerte de niños no nacidos, y seguimos muy tranquilos.
No hacemos nada para matar el hambre y la injusticia en los más pobres, pero si seguimos en un culto casi idolátrico para quienes ya descansan en el Señor.
Anticipamos todo lo concerniente a la muerte, y se nos olvida vivir la vida, y disfrutar de los pequeños detalles de cada día.
Vamos a los cementerios y visitamos tumbas frías de muertos que nunca visitamos en vida. Llevamos flores a quienes nunca regalamos un motivo para ser felices.
Al recordar en este día  a quienes nos han precedido en el signo de la fe, hagamos un acto de fe en la esperanza, en la vida, en lo que hoy tenemos y en quienes tenemos a nuestro lado, y que el pensamiento en la muerte y en lo que tejemos alrededor de ella no nos haga olvidar nuestra vocación de eternidad y nuestro compromiso con la vida.

Sinaí, 2 Noviembre de 2011.
Día de los fieles difuntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario