martes, 1 de noviembre de 2011

LA SANTIDAD NO ES UN ADORNO

Por circunstancias históricas que no vienen al caso mencionar, los cristianos hemos heredado una  imagen distorsionada de lo que es la santidad.
Para los primeros cristianos, la iglesia de las persecuciones, la santidad era lo más natural del mundo. Los santos de Dios, San Pablo llamaba a los cristianos a quienes dirigía sus cartas. Dios que es el único santo, compartía con sus hijos lo que le era propio: la santidad. No se podía entender la vida cristiana, si no se tendía a alcanzar y realizar en la vida ordinaria la santidad de vida, propuesta por Jesús.
Más tarde con la aparición  en la iglesia de la vida monástica y las órdenes religiosas, la santidad comenzó a ser la meta de unos cuantos.  Entraron en uso las espiritualidades y las distintas maneras de conseguir la perfección.  Un cierto maniqueísmo  y el desprecio  de todo lo terrenal marco la ruta de una espiritualidad que hoy difícilmente entendemos.
Pero el Espíritu Santo sopla donde quiere, y nacen en la iglesia de los últimos años  maneras nuevas de concebir la santidad. Ya no es necesaria la negación del  mundo,(entendida como desprecio) ni  entrar a la vida religiosa para alcanzar el fin último de la vida cristiana.
Desde el Concilio Vaticano II, de una manera especial, el nuevo concepto de pueblo de Dios, marca la ruta, para perfilar igualmente una manera nueva de entender  la  santidad.
Se redescubre el valor de una espiritualidad laical, vivida por cada cristiano allí donde vive y realiza su existencia, lo que Jesús llama en el evangelio, ser sal y luz del mundo.
Se impone a cada cristiano bautizado, la responsabilidad de santidad, propia de la iglesia que fundo Jesús.
Jóvenes  como Domingo Sabio, Laura Vicuña, María Goretti;
 Matrimonios como el de los padres de santa teresita;
Sacerdotes santos: juan María Vianney; Padre Marianito
Obispos: Luis Amigó. Antonio María Claret
Religiosas: Laura Montoya, Teresita del niño Jesús,
Laicos: Rosa de Lima, Mariana de Jesús Paredes.
Papas: Pio x, Juan Pablo II.
Militares: Juan de Capriscano.
Y tantos otros a  quienes la iglesia reconoce su santidad de vida y que recordamos en la liturgia de todos los días.
Sin embargo quedan  todos esos santos anónimos, de todos los tiempos, que sin tener un reconocimiento oficial de la iglesia, no por eso dejan de ser tan santos como los reconocidos.
Hoy al recordar a unos y a otros, los reconocidos y los anónimos,  nos queda la apremiante  invitación para hacer florecer la santidad allí donde hemos sido sembrados. Es decir, vivir en el espíritu de las bienaventuranzas.
La invitación no es para unos pocos privilegiados, es para cado uno de los bautizados, tenga la vocación que tenga, haga lo que haga.
Noviembre 1 de 2011.
Fiesta de todos los santos.


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