sábado, 14 de enero de 2012

LOS ENCUENTROS QUE CAMBIAN LA VIDA.



Aquella tarde serena, a orillas del Jordán, Juan que  caminaba con sus discípulos,  al ver a Jesús que pasa le reconoce como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, título que nos remite al fin último de su misión: ser cordero sacrificado por el pecado del mundo.
Este encuentro cambia radicalmente la vida de Juan. Sus discípulos le “abandonan” por aquel a quien no merecía desatar sus sandalias, y  le clarifica su misión: disminuir para que El crezca.
En el otro plano, el encuentro de Jesús con sus discípulos, motivado por las palabras de juan, y el encuentro de Pedro, los encamina a una vida nueva.
La vida nos ha brindado muchas ocasiones en donde encontrar a Jesús, nos ha llevado a un cambio radical, manera de pensar, e incluso a cambiar la visión de nuestras relaciones.
De niños nuestro primer encuentro con Jesús tuvo su inicio al interior de nuestro hogar: sencillas oraciones, devociones familiares, tiempos como navidad y semana santa marcaron el inicio de la fe.
Vino la primera comunión, la confirmación y el encuentro con la fe de la comunidad parroquial nos ayudó a crecer como discípulos del Señor. Este encuentro lo vivimos con mucha emoción, pero muchos no volvimos a la parroquia y aquel momento pasó de largo.
Llegó la adolescencia y ensayábamos a ser adultos. La rebeldía y los cuestionamientos se hicieron cotidianos. El encuentro con Jesús no tenía lugar en nuestra agitada vida, y solo algunos amigos, escasos por cierto, se aventuraban a la vida religiosa o a la vida sacerdotal.
La calma llegó con la vida adulta y alguien, en algún momento, en una serena tarde nos mostró a Jesús. Lo conocíamos, habíamos oído hablar de Él, pero aquel sencillo encuentro marco el inicio de una nueva relación. Lo reconocimos en aquellos encuentros del pasado y del presente, y desde entonces la historia de nuestra vida está marcada y tiene el sello de la fe.
Sabemos que permanecer a su lado no siempre es fácil. La desesperanza golpea muchas veces  nuestra puerta, la fe se enfría por momentos, perdemos el entusiasmo mañanero,  e incluso muchos nos dicen que son meros cuentos de curas. Pero pese a todo, y a lo demás, lo hemos sentido y su presencia ha iluminado momentos de dificultad. Desde entonces ignorar su presencia, sería como negar nuestra existencia.
Arauca, Brigada decima octava.
Domingo 15 de enero de 2012.

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