viernes, 25 de noviembre de 2011

EL SEÑOR NO AVISA SU LLEGADA.


LO QUE LES DIGO A USTEDES LO DIGO A TODOS: VELEN Y ESTÉN PREPARADOS” Mc. 13,33-37

La Iglesia  siempre nos invita a preparar los grandes misterios de nuestra fe. El gran tiempo pascual es preparado por los 40 días de la cuaresma, y ahora iniciamos la preparación de la navidad con este tiempo de adviento.
Todo cambia en este tiempo: la iluminación se hace vistosa y colorida, se elaboran pesebres en todos los materiales y los medios de comunicación desempolvan la música que caracteriza la época más feliz del año.
Nosotros lo cristianos invitados por Jesús, hacemos este camino de adviento dejándonos iluminar por su Palabra, pues corremos el riesgo de quedarnos solo en lo emotivo y festivo, y no vivamos con gozo la feliz espera, y su  llegada, con una verdadera alegría cristiana.
Velad y estad preparados……son las palabras que resuenan hoy en los labios de Jesús, en este primer domingo de adviento.
Velar es estar despiertos, como el centinela, como el celador, pues el paso del Señor por nuestra vida, llega cuando menos lo esperamos.
Velar es estar atentos para cuando El pase disfrazado de pobre, hambriento. Triste, enfermo y lo podamos identificar.
Preparar su venida, no es solo prender luces y disponer los ambientes con motivos navideños; ante todo es preparar el corazón y asumir actitudes de amor, respeto, justicia, perdón, solidaridad. Estar preparados para hacer frente a todo aquello que hoy nos invita a negar y desconocer la presencia de Dios en nuestra vida y en la historia, y responder con valentía ante las continuas incitaciones de una sociedad cada vez más injusta y egoísta.
El camino del adviento tiene un color: el verde de la esperanza, felices aquellos que revestidos de esperanza emprenden la preparación de la navidad.
Felices quienes logran descubrir detrás del colorido y jolgorio decembrino, el amor de Dios, en la fragilidad del niño de Belén que viene a salvarnos. Es por esto que hay que estar preparados.
Domingo 27 de noviembre de 2011.
Fernando Franco. Pbro.

lunes, 21 de noviembre de 2011

EL ESCANDALO DE UN REY



Domingo, 20 de noviembre de 2011.
“tuve hambre y me has dado de comer,
Tuve sed y me diste de beber.” Mt. 25,31-46.

Hablar de monarquías en pleno siglo XXI parece obsoleto. El mundo de hoy democrático y pluralista, desconoce cada vez más cualquier vestigio de las antiguas monarquías. Solo una prensa amarillista y sensacionalista, se ocupa de los escándalos de lo que queda hoy de las monarquías en el mundo.
Para los judíos de tiempos de Jesús, el mesías tenía unas connotaciones de rey, guerrero, y líder político que le devolvería a Israel su pasado glorioso. En los evangelios el título de rey se le atribuye en muchas ocasiones a Jesús, incluso él se auto proclama como rey, cuando es interrogado por Pilatos.
El juicio a las naciones, tiene como fin último, participar del reino a todos aquellos que vivieron el amor con sus hermanos.
La realeza de Cristo, no está simbolizada en una corona de oro, sino en una corona de espinas.
Su trono no está cuajado de piedras preciosas, es una cruz, y en ella está puesto como escándalo y vergüenza. Su ejército son los pobres, sencillos y enfermos.
Reconocemos a Cristo rey, porque el fin de su reinado, es la instauración del reino de Dios en el mundo, porque su única respuesta al egoísmo de los hombres es su entrega total, que pasa por el sufrimiento de la cruz
Celebramos la fiesta de Cristo rey, reconociendo que la pertenecía a su reinado no se da por títulos de nobleza heredados, ni por pago a servicios prestados
Para pertenecer a su reino, basta el amor. Amar sin medida hasta que nos duela. Solo quienes saben amar podrán ser llamados a heredar su reino. Un amor que se hace comida para el pobre, vestido para el desnudo, afecto para el encarcelado, agua para el hambriento. Justicia para quien no es escuchado, y se le niegan los derechos fundamentales.
 La llegada del reino de Dios, será una realidad en la medida  en que vivamos en el amor como único camino para derrotar el egoísmo, legitimando los caminos de la justicia por donde llegara la paz que todos anhelamos.



viernes, 11 de noviembre de 2011

LA BUENA ADMINISTRACION.



El fin de año no solo es una época de fiesta, jolgorio y disipación.
 En ella, las empresas, los colegios, todas las entidades comerciales hacen sus balances; y con los resultados proyectan nuevas estrategias para el año próximo. Se evalúan responsabilidades frente a los resultados obtenidos: si ellos son buenos, hay felicitaciones, premios, bonificaciones, pero si hay perdidas se buscan fallas y hasta posibles culpables.
En el evangelio de este domingo, Jesús nos narra que el amo de tres criados  entrega a cada uno, una gruesa suma de dinero, y parte a lejanas tierras seguramente en un viaje de negocios.
Narra el evangelio que dos de ellos, de manera responsable hicieron producir el doble aquel dinero y entregaron a la vuelta de su señor el doble de la cantidad que habían recibido. Sus actuaciones les merecieron no solo el elogio, sino el encargo de responsabilidades mayores.
Solo el tercero, a quien se le entrego más poco, no se comportó a la altura de las exigencias de su amo.
Bien lo sabemos qué hemos recibido de Dios múltiples talentos, él ha colocado en nuestras manos un tesoro de incalculable valía, para que a su vez, se multipliquen en nuestras manos. Nada se nos ha dado para guardarlo de manera egoísta, nada es nuestro y por tanto merece una buena administración.
Los resultados abundantes, dependen en gran medida, de que tan consientes somos de lo que Dios ha puesto en nuestras manos, y del tipo de relación que tenemos con él.
Obtendremos ganancias, si actuamos como los siervos del evangelio, en sintonía con lo que el Señor quiere y desea que hagamos, haciendo rendir en nuestras manos lo que él ha puesto, y reconociendo que nada es nuestro.
Pero no abra resultados, cuando nos dejamos arrinconar por el miedo y vencer por la falta de iniciativa. Cuando nuestras motivaciones, parten de intereses mezquinos y egoístas, y cuando dejamos de un lado el querer de Dios, perdiendo de vista su voluntad.
Para Dios no cuenta tanto lo cuantificable, lo poco o lo mucho; para El solo cuenta nuestra responsabilidad, y la habilidad para que sus talentos puestas en nuestras manos obtengan buenos resultados.

sábado, 5 de noviembre de 2011

CUANDO EL ACEITE SE TERMINA.


Inmersos en la cultura de la previsión, vamos aprendiendo cada vez mejor a no dejar nada al azar, ni al vaivén de los acontecimientos. Hemos aprendido que cuando se invierte en prevenir, se ahorra mucho más.
Los seguros de vida, la salud pre-pagada, los seguros funerarios, son apenas una muestra de lo que hoy se nos vende como artículo de primera necesidad”.
Si en el plano de lo material nada se deja al azar, lo mismo tiene que pasar en el plano espiritual.
 En la Palabra de este domingo, Jesús nos narra la parábola de las jóvenes que mientras esperan al novio, algunas que no habían previsto aceite, se les agota en la espera ansiosa de la feliz pareja. Se ven en mitad de la noche sumidas en la oscuridad y sin la posibilidad de comprarlo, porque no tuvieron la precaución de  llevarlo en abundancia.
El cristiano asumiendo lo humano y lo terreno, trabajando con responsabilidad, sabe está de paso en este mundo, que esto que tiene hoy no es lo definitivo, y que debe preparar su encuentro con el Señor.
El momento es incierto, lo único verdadero es que un día nos encontraremos de frente con el Señor y él nos pedirá cuenta de nuestra administración.
Por eso hay que estar preparados.
A muchos cristianos se nos acaba el aceite del amor, la alegría, la responsabilidad, el entusiasmo religioso, la fe, en mitad del camino.
Viene entonces la desesperación y comenzamos a culpar a los demás por nuestros fracasos y derrotas. No somos capaces de asumir  nuestros errores, y al final nos vemos excluidos de la gran fiesta de la vida.
Otros en cambio como las jóvenes precavidas del evangelio, preparan su ajuar desde muy temprano de su vida. Estudian con esfuerzo, cultivan un arte, sacan  adelante un negocio, luchan por una carrera, viven una vida cristiana madura, aprenden a amar y a perdonar. Luchan por ideales nobles y van llenando así  su vida del mejor de los aceites; bueno y abundante.
Estos son los que disfrutan, los felices, a los que el Señor reconocerá cuando llamen a su puerta.
¿A qué grupo pertenecemos?

Domingo 5 de noviembre de 2011
Desierto del Sinaí.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

ELSENTIDO DE LA MUERTE



Frente a otras culturas existentes, la nuestra aparece como una cultura que sobre valora el culto a los muertos.
Un vaho de misterio y hasta terror cobija todo aquello que tiene que ver con los difuntos: velación, entierros, novenarios, apariciones, y un gran número de manifestaciones culturales y religiosas, muchas de ellas alimentadas por una falsa y deficiente fe.
Que gran misterio es la muerte, es un hecho innegable, pero que visión tan distinta tiene que ser la de nosotros los cristianos.
Como seres vivos participamos del  proceso normal que acompaña nuestra condición: nacemos crecemos, nos reproducimos y morimos.
Pero no estamos destinados para una tumba, no somos seres para la nada como diría en su momento un filósofo existencialista. Nuestro fin no es la destrucción.
En Cristo, la muerte adquiere para nosotros una dimensión totalmente distinta. Nuestra mirada ya no es como la de “aquellos que no tienen esperanza” (1. Tesalonicenses 13) la muerte ya no tiene la última palabra en nuestra existencia, pues Cristo al vencerla en el madero de la cruz, nos alcanzó la vida verdadera.
Desde entonces ya no vivimos para la muerte, vivimos para Cristo que murió y resucito, y en El vivimos y resucitamos quienes creemos en su Palabra.
Donde Cristo no aparece, donde su presencia no se impone, donde falta su compañía, la muerte se convierte en ama y señora, “si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto” (Jn.11, 21) le dice la hermana de lázaro a Jesús.
Nos da miedo  una muerte corporal, pero no tenemos miedo a la muerte de la vida del espíritu, a causa del pecado.
Compramos seguros que nos hacen más confiados,  pero  matamos en los hermanos sus posibilidades de salir adelante, de abrirse paso en la vida. Matamos sus esperanzas.
Matamos en los jóvenes sus potencialidades con la droga y tampoco sentimos escrúpulo alguno.
Damos nuestro voto para legalizar la muerte de niños no nacidos, y seguimos muy tranquilos.
No hacemos nada para matar el hambre y la injusticia en los más pobres, pero si seguimos en un culto casi idolátrico para quienes ya descansan en el Señor.
Anticipamos todo lo concerniente a la muerte, y se nos olvida vivir la vida, y disfrutar de los pequeños detalles de cada día.
Vamos a los cementerios y visitamos tumbas frías de muertos que nunca visitamos en vida. Llevamos flores a quienes nunca regalamos un motivo para ser felices.
Al recordar en este día  a quienes nos han precedido en el signo de la fe, hagamos un acto de fe en la esperanza, en la vida, en lo que hoy tenemos y en quienes tenemos a nuestro lado, y que el pensamiento en la muerte y en lo que tejemos alrededor de ella no nos haga olvidar nuestra vocación de eternidad y nuestro compromiso con la vida.

Sinaí, 2 Noviembre de 2011.
Día de los fieles difuntos.

martes, 1 de noviembre de 2011

LA SANTIDAD NO ES UN ADORNO

Por circunstancias históricas que no vienen al caso mencionar, los cristianos hemos heredado una  imagen distorsionada de lo que es la santidad.
Para los primeros cristianos, la iglesia de las persecuciones, la santidad era lo más natural del mundo. Los santos de Dios, San Pablo llamaba a los cristianos a quienes dirigía sus cartas. Dios que es el único santo, compartía con sus hijos lo que le era propio: la santidad. No se podía entender la vida cristiana, si no se tendía a alcanzar y realizar en la vida ordinaria la santidad de vida, propuesta por Jesús.
Más tarde con la aparición  en la iglesia de la vida monástica y las órdenes religiosas, la santidad comenzó a ser la meta de unos cuantos.  Entraron en uso las espiritualidades y las distintas maneras de conseguir la perfección.  Un cierto maniqueísmo  y el desprecio  de todo lo terrenal marco la ruta de una espiritualidad que hoy difícilmente entendemos.
Pero el Espíritu Santo sopla donde quiere, y nacen en la iglesia de los últimos años  maneras nuevas de concebir la santidad. Ya no es necesaria la negación del  mundo,(entendida como desprecio) ni  entrar a la vida religiosa para alcanzar el fin último de la vida cristiana.
Desde el Concilio Vaticano II, de una manera especial, el nuevo concepto de pueblo de Dios, marca la ruta, para perfilar igualmente una manera nueva de entender  la  santidad.
Se redescubre el valor de una espiritualidad laical, vivida por cada cristiano allí donde vive y realiza su existencia, lo que Jesús llama en el evangelio, ser sal y luz del mundo.
Se impone a cada cristiano bautizado, la responsabilidad de santidad, propia de la iglesia que fundo Jesús.
Jóvenes  como Domingo Sabio, Laura Vicuña, María Goretti;
 Matrimonios como el de los padres de santa teresita;
Sacerdotes santos: juan María Vianney; Padre Marianito
Obispos: Luis Amigó. Antonio María Claret
Religiosas: Laura Montoya, Teresita del niño Jesús,
Laicos: Rosa de Lima, Mariana de Jesús Paredes.
Papas: Pio x, Juan Pablo II.
Militares: Juan de Capriscano.
Y tantos otros a  quienes la iglesia reconoce su santidad de vida y que recordamos en la liturgia de todos los días.
Sin embargo quedan  todos esos santos anónimos, de todos los tiempos, que sin tener un reconocimiento oficial de la iglesia, no por eso dejan de ser tan santos como los reconocidos.
Hoy al recordar a unos y a otros, los reconocidos y los anónimos,  nos queda la apremiante  invitación para hacer florecer la santidad allí donde hemos sido sembrados. Es decir, vivir en el espíritu de las bienaventuranzas.
La invitación no es para unos pocos privilegiados, es para cado uno de los bautizados, tenga la vocación que tenga, haga lo que haga.
Noviembre 1 de 2011.
Fiesta de todos los santos.